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La Balompédica se motiva antes de los partidos con las charlas de su masajista, Pepe García · Las arengas, faltas de toda ortodoxia, apelan al corazón, al sentimiento balono de los futbolistas.
Ni el meticuloso plan de entrenamiento. Ni los exhaustivos análisis de los rivales. Ni los planteamientos descarados que están caracterizando a los albinegros. Tampoco los goles de Copi. El éxito de la irrefrenable marcha de la Real Balompédica, que le permite disfrutar de la condición de líder en solitario del grupo IV de Segunda B, tiene su origen en las charlas que antes de los partidos dirige el masajista, Pepe García, a la plantilla. Unas arengas que escapan a cualquier ortodoxia y que recuerdan a la inolvidable que William Wallace (encarnado por Mel Gibson) protagoniza en Braveheart. Pepe El Masa no apela a la lógica, sólo al corazón. Al corazón balono.
En los partidos de casa, la plantilla conforma un círculo alrededor del orador en el vestuario local. En los desplazamientos, sobre todo en los más largos, Pepe García se dirige a los protagonistas nada más terminar una de las comidas, la última antes del partido. Su público lo oye con una expectación propia de una cita de carácter casi religiosa.
Cuentan los futbolistas que en Zaragoza, la noche antes de que la Balona afrontase en Tudela el partido de ida de la eliminatoria que le devolvió a Segunda B, decenas de invitados de una boda que se festejaba en el mismo hotel en el que estaban concentrados los de La Línea salían de su salón y miraban ojipláticos desde la puerta aquella diatriba que por momentos alcanzó el paroxismo más extremo.
"Venimos aquí porque es nuestra obligación y por deportividad", advierte el autodenominado fisioterapeuta (o como él lo diga). "Tenéis una responsabilidad inmensa, tan grande, que ni ustedes os lo creéis". A partir de aquí grita. "Lleváis la camiseta, el escudo de la Balona. Y eso es lo más grande". Los jugadores replican con un interminable "biiiiiien" que anima al monologuista.
"Ahora estamos tranquilos, pero cuando salgáis para el campo, tenéis que ser otra clase de personas. Tenéis que ser cómplices, porque esto es una guerra total y hay que partirse la cara", les recuerda ante el silencio de los entrenadores, que respetan ese momento en el que ellos no son los protagonistas.
"Hay que salir con la cara pintada, porque vamos a una batalla. La Balona va a una batalla", repite. "Hay que salir con ganas, con responsabilidad, con interés y con mucha actitud y olvidar este momento de euforia". Bueno euforia lo dice a su manera, pero se entiende.
"Si perdemos, que nadie nos pueda decir nada, que todo el mundo sepa que habéis hecho todo lo que se puede hacer" (y los jugadores asienten: biiiien).
"No quiero que nadie se limpie los dientes", recalca. "El que se lave la boca antes de salir al terreno de juego no juega más ¿verdad míster? Que los contrarios no quieran estar a vuestro lado".
Después de más de veinte minutos, Pepe García toma una cuchara, un palo o lo que encuentre, para que haga las veces de batuta. El coro estaba esperando el momento. "Por la Recia te conocen, Balona de mis amores..."
"Parece de cachondeo, pero los jugadores me escuchan", comenta Pepe García cuando se le pregunta por el efecto de sus arengas. "Yo lo hago porque quieren ellos