El debate sobre cuando se debe comenzar a
entrenar la táctica en el futbol de formación es un debate falso, manipulado por
algunos y donde falsas creencias han ido castrando la posibilidad de
entendimiento del juego. La cuestión no es cuándo se debe comenzar a
entrenar la táctica, ya que nosotros creemos, que al mostrar la táctica al niño,
le estamos enseñando a jugar, se debe intentar que el niño conozca el juego, y
la táctica es el juego. Por lo tanto el debate no tiene ningún sentido,
el niño debe aprender a jugar desde muy temprano, otro menester será el
determinar cuando el niño debe conocer unos conceptos u otro. masliga.com
CERTEZAS QUE NOS ALEJAN DEL CONOCIMIENTO
El terreno de la formación en el futbol
base es lugar propicio para los territorios comunes, las certezas instaladas,
las verdades absolutas que adoptamos sin reflexión y convertimos en
dogmas. Me diréis que esto no es solo habitual al futbol formativo,
sino que ocurre lo mismo en el futbol competitivo. Es cierto, pero si
los niños son los adultos del futuro, los errores de hoy son enormemente
graves.
Una de estas “verdades absolutas” que aceptamos
todos en las etapas de formación es la relacionada con la enseñanza de la
táctica. Se dice, que a los niños en sus primeros pasos no debe
enseñárseles táctica. Se ignoraba lo que advertía Juan Manuel
Lillo “que la táctica, es el juego, y que el jugador tiene que
conocer el juego y conocer el juego significa conocer esas preguntas y sus
respuestas en cada momento”. La táctica convertida en víctima de nuestras
ignorancias, de nuestro desconocimiento. Si la mayoría de gente que se dedica a
la enseñanza no conoce el juego, no conoce los porqués, el cuándo y el dónde.
¿Cómo, cómo va a enseñar el juego?
Estos prejuicios instalados en nuestro
subconsciente, ha ido asociando la táctica, a la represión, a la enseñanza de
sistemas de juego, a la búsqueda del resultado inmediato, a la manipulación del
niño para beneficio nuestro. Si se te ocurría hablar de la táctica como
juego, el recelo era mayor, ya que los “amaestradores” del talento infantil se
imaginaban que hablabas de una enseñanza abonada a lo lúdico, a la fiesta, al
jugar sin direccionar el conocimiento. En el fondo se imaginaban un futuro
lúgubre para ellos. ¿Si el entrenador no entiende el juego, y decimos que a
jugar se aprende jugando, qué lugar ocuparían ellos en el proceso? Una vez más,
los buscadores de gloria veían amenazado su lugar de estrella del “star
system”. No olvidemos que el futbol base desgraciadamente ha
servido para llenar, muy a menudo, egos a base de triunfos cuantitativos cuando,
eran los triunfos cualitativos los que deberían primar.
LA CIENCIA NOS MUESTRA UN NUEVO CAMINO
Afortunadamente, hoy en día, gracias a Dios, se
va aceptando con más o menos dificultad, que la táctica no es ese mecanismo
represor, no es esa correa que ata el talento, no es esa bozal que calla la
creatividad. Cuando abogamos por la enseñanza de la táctica desde edades
tempranas, lo hacemos desde la convicción, que queremos que el sujeto descubra
el juego, que aspire a manejar las herramientas de un proceso complejo, que es
inacabado porque ni los más experimentados jugadores profesionales lo dominan a
la perfección.
Un ejemplo de este descubrimiento del juego,
sería la enseñanza de un concepto que a mi entender es fundamental en el
conocimiento y futuro dominio del juego de posición. Es el concepto de
“cuando conducir, cuando pasar”. Un concepto perfectamente
entendible en edades tempranas, que cuanto antes se le presente al niño, antes
comenzará a entender, a interiorizar y a usar. Pero ojo, no estamos hablando de
meras intenciones (conducir, pasar) aisladas de un contexto, a simples acciones
técnicas extraídas de un todo que es indivisible. El joven futbolista
debe aprender para qué sirve esa conducción, para qué se usa ese pase, qué le
permite, qué le posibilita. Debe aprender, que la conducción, me permite
progresar, atraer y juntar contrarios, que me permite liberar compañeros. Que el
pasar por pasar no es bueno, si ese pase no me permite mover al contrario,
superar líneas, ganar espaldas, etc…
Seguro amigo lector, que coincidirá conmigo, en
que estos porqués, cómo, dónde y cuándo de que hablamos, no se aprenderán en
ejercicios de conducción entre conos, o ejercicios de pase uno frente al otro.
Quiero decir, la metodología para provocar ese proceso reflexivo en el
sujeto, no ha sido la correcta. Si en el futbol adulto, este disparate
metodológico ha sido grave, me temo que es en la base donde más peligroso ha
resultado. Las metodologías reduccionistas (y pongo aquí en el mismo
paquete los procesos analíticos y los mal llamados integrados) han sido claves
en los últimos años en castrar la inteligencia de muchos jóvenes
practicantes.
Se ha aceptado que al niño se le tenían
que presentar los contenidos de juego de manera aislada, se le tenían que
dividir, fragmentar, fraccionar las cosas porque si no, no las
entendería. Hoy sabemos gracias a la pedagogía, la ciencia y la
filosofía, que el niño nace con una propiedad que desgraciadamente se va
perdiendo con el paso de la edad. “La capacidad
sincrética” es decir la capacidad de observar y entender la
realidad en toda su globalidad. Nos apuntaba Juan Manuel Lillo
en un reciente artículo que “los niños por su capacidad sincrética (que la
perdemos con el paso del tiempo) realizan el aprendizaje del todo a la parte,
sin embargo, ahora todos queremos hacerlo de la parte al todo”.
Argumentamos erróneamente, que así el niño
aprenderá mejor y se sentirá más seguro. Es falso, los que nos sentimos más
seguros somos nosotros. En ese concepto del cual hemos
hablado que es “cuando conducir, cuando pasar”, el niño si se le
presentan tareas donde ese concepto se evidencie y se presente por parte del
educador de manera debidamente contextualizado (de manera global y no aislada),
el niño lo interiorizara mejor, lo sabrá usar mejor en esa realidad
hipercompleja que es el juego. Si pensamos así, si aceptamos como
argumenta Lillo “que nuestra construcción del conocimiento
no es piramidal, no nos construimos como un edificio, no construimos como una
red”, entenderemos mejor, que enseñar primero el procedimiento, es decir
conducir y pasar de manera aislada y descontextualizada, y nos vamos al juego,
con tareas que merced a unas buenas reglas faciliten unas buenas propensiones
seguramente el niño comenzara a entender mejor el juego.
Y es que si como plantea
K.R.Popper, la capacidad de todos los seres vivos más
importante es la capacidad constante de solucionar problemas,
como es posible que el terreno de la enseñanza del juego de futbol haya ido
encaminada a plantear situaciones cerradas mediante procesos lineales y en
contextos inespecíficos donde la interactuación entre sujetos era prácticamente
eliminada a través de tareas reduccionistas y que no permitían al sujeto crecer
en su conocimiento del juego.
FÚTBOL DE CALLE, FÚTBOL EN LAS ESCUELAS
Hace unos años, el lugar que ahora ocupan las
escuelas y clubes, lo cumplía la calle. En la calle paradójicamente las
situaciones que se planteaban eran más reales que las propuestas por los
entrenadores. El niño jugaba con unos compañeros contra unos rivales,
normalmente en espacios adaptados a sus capacidades condicionales. Los niños
adoptaban soluciones para ir mediante la cooperación y la colaboración
resolviendo los problemas que le planteaba el adversario en un entorno muy
competitivo, donde la derrota era un drama. En ese futbol de la calle,
los mejores se imponían a los peores, todos elegían su posición en función de
sus cualidades, y las elecciones estratégicas atendían a criterios surgidos
desde el sentido común y no a los deseos caprichosos de entrenadores que buscan
hacer feliz su ego mediante victorias.
Los equipos no se asignaban marcas obligadas, el niño aprendía a
pasar, conducir, regatear etc… no en entornos descontextualizadas ni mediante
tareas irreales, sino en la propia realidad del juego. Si no se lo creen, lean
lo que me comentaba un chico de 15 años, que ha jugado en dos de las principales
canteras de nuestro país. “Yo era un jugador de la calle, allí aprendí
cuándo tenía que regatear y cuándo pasar, a proteger la pelota, a no entrar de
golpe, a que si yo avanzaba con el balón, los rivales me venían todos a mí, y
mis compañeros se quedaban solos. En los clubes, no he aprendido nada, y nunca
he sentido, que lo que se hace en los entrenamientos me sirva para mejorar. Solo
me sirve para el planteamiento del partido, para ganar, pero no para
aprender.”
El futbol de las escuelas se ha caracterizado por:
- Enseñar de las partes al todo, y no del todo a las partes.
- Primero se enseña técnica analítica, se cree que sin aprender a conducir, regatear, pasar etc… no se puede dar el paso a la enseñanza de la táctica.
- Entrenamientos descontextualizados. Tareas donde no se respeta la lógica del juego.
- Se confunde entrenamiento individual con individualizado. Lo individual en un deporte colectivo no existe, todo lo que hago tiene que ver con aconteceres previos, y aconteceres posteriores y sobre todo en un entorno de interacción con compañeros. Nos advierte Eduardo Punset, que la inteligencia se desarrolla cuando un cerebro interactúa con sus semejantes. El entrenamiento no ha de ser individual, sino individualizado, es decir el jugador debe sentir que le permite ir avanzando en el conocimiento del juego. Que está pensado para él.
- El entrenamiento no facilita que el sujeto se vaya autoconstruyendo, sino que pensamos que el entrenador es el que construye el conocimiento del jugador.
- La competición es vista como el summun del proceso de aprendizaje, se ignora que la colaboración y la cooperación para resolver problemas nos hace más inteligentes(Eduardo Punset). La competición, es importante, porque es inherente al ser humano aprender que ganar y perder forma parte de la vida. No nos oponemos a la competición, solo decimos que no puede ser que en edades tempranas la meta sea proclamarse campeones de liga, que para ello, niños se queden sin jugar el fin de semana, que se enseñe a perder tiempo, a fingir lesiones, a protestar a árbitros, a parar a los rivales mediante las llamadas faltas tácticas…