miércoles, 21 de marzo de 2012
El Método no hace al monje
Las tendencias actuales en el mundo fútbol nos intentan convencer que los entrenadores poseen la capacidad de desarrollar un método de trabajo, que indudablemente, sirve para conseguir la victoria. En estas afirmaciones, alejadas de la realidad, se obvia lo más importante de todo: el pensamiento compartido de ese entrenador. El pensamiento del técnico esta por delante de cualquier método porque el origen son las ideas. El saber no se puede estimar como una consecuencia sobre el cómo haces las cosas, sino al revés: saber como piensas te lleva a intentar conseguirlas de algún modo.
Las diferentes vías metodológicas, que intentan descifrar conceptualmente los modelos implementados, se deberían diferenciar, por tanto, más por la propia manera de pensar que por la forma de hacer. Todo se cuece en el cerebro del técnico, un ideario alejado de la victoria o la derrota, que tiene mucho de cultural, de experiencias, de aprendizajes y que se percibe, principalmente, por ser inseparable de los jugadores que se eligen para llevar a cabo la interpretación del juego saliente. La sensibilidad de Menotti, Lillo, Cappa, Bielsa o Cruyff, un lugar de difícil acceso para los mediocres, tiene su determinación en la elección de los futbolistas y de la mezcla de competencias que provocan juntándolos en una tarea de entrenamiento o en una alineación.
EL JUGADOR ES EL FUNDAMENTO
Por tanto, el futbolista es el descubridor del manual de cómo hacer las cosas. Ellos y sus formas naturales de intervención social originan el modelo; la propuesta de juego nace de sus proposiciones. Sencillamente, el conocimiento les pertenece y nosotros podemos ofrecerles contextos donde esos saberes puedan desarrollarse sin limitaciones, para conseguir sacar el máximo de lo que ellos ya llevan dentro. Óscar Cano afirma que ”no podemos convertir el juego en aquello que queremos que sea, eludiendo a los futbolistas y a sus capacidades” porque, como remata Juanma Lillo,” el fundamento del juego es el jugador y la capacidad que tenga para organizarse él y para ser organizador con el resto”.
El método tiene que ver, entonces, con estructurar y secuenciar temporalmente los ideales. Se manifiesta por medio de tareas durante las diferentes sesiones de entrenamiento pero, en última instancia, son los jugadores, sus capacidades y sus interacciones, los que le dan el verdadero sentido.
Actualmente, por la alta competitividad que existe entre FC Barcelona y Real Madrid, quedan investigados continuamente los movimientos de sus dos técnicos. Cualquiera de las decisiones de Guardiola y Mourinho es analizada casi microscópicamente. Como la victoria se comercializa con fluidez, son numerosos los libros de metodología y de liderazgo surgidos para encumbrar a ambos entrenadores. En estos volúmenes se suceden los elogios hacia las formas de dirección de los dos entrenadores, llegando a relacionar dichas conductas directivas con la consecución de las numerosas victorias obtenidas. Montajes de vídeo milagrosos, disecciones geniales de partidos, frases para extraer lo mejor de cada cual…, todo para definir las causas que precipitan las victorias.
La finalidad de este tipo de libros tiende a fortalecer el erróneo mensaje que considera que los técnicos tienen una influencia determinante en el resultado final. Sin embargo, la realidad nos dicta, por más que perdamos demasiado tiempo en valorar su capacitación tras ganar o perder partidos, que ganará o perderá más dependiendo de la calidad de los jugadores que tenga o del nivel de equipo al que entrene.
Llegar a comprender esta afirmación es difícil ya que la vanidad del entrenador no le hará sentir todo lo importante que quiere ser. Es entonces cuando empieza la lucha por parecer un buen entrenador, esa justificación de lo que se hace alejado del conocimiento y cercano a elementos externos y razones separadas del propio juego.
Aceptar esta realidad actual del entrenador es, por tanto, un proceso de gran madurez y de una ardua reflexión por parte de todos. Para terminar, me gustaría compartir este pequeño relato sacado de un gran artículo de David Trueba: “El entrenador termina por ser alguien que sabe mucho de un juego al que no puede jugar. Sólo la capacidad de resistencia a la frustración y el placer del juego le harán seguir a lomos de la montaña rusa, aguardando el día en que por fin le toque un partido histórico, pero incluso ese día no olvida que los protagonistas son otros.” Amén, David