"Pues ya ve, las televisiones mandan", me dicen mis informantes con un encogimiento de hombros, al confirmarme que se trata de "las otras" 11, las de la noche. Pues las televisiones mandarán mucho, sí, pero, no podemos quedarnos cruzados de brazos cuando esos "mandatos" atentan contra los intereses de millones de ciudadanos.
En un país acuciado por la crisis y que necesita un esfuerzo suplementario de todos los españoles por mantener altos los niveles de compromiso y eficacia en el trabajo, no es de recibo que se incite a los trabajadores a acostarse a las dos de la mañana para poder ver un partido por televisión. Y no digamos ya si han acudido al estadio a presenciarlo en directo. ¿Cómo pretendemos que se levanten apenas unas horas más tarde y que rindan en plenitud de condiciones en sus trabajos? Con estas disparatadas medidas, no sólo estamos atacando a nuestra productividad, sino que lo que se está favoreciendo es el absentismo laboral, el estrés y la siniestralidad en el trabajo.
Eso por no hablar de los niños. ¿O es que acaso se pretende fomentar así el deporte entre los más jóvenes?
No nos cansaremos de apelar al sentido de la responsabilidad tanto de las televisiones como de la de la Liga de Fútbol Profesional para que no permitan que sus intereses perjudiquen a los millones de aficionados que el deporte rey tiene en nuestro país. Y esa responsabilidad pasa por programar los partidos a horarios razonables. Baste como ejemplo el de la Premier League, una de las que nos disputa ese oficioso título de "mejor Liga del mundo". De los 10 partidos que compusieron la jornada inaugural de esa competición, el más tardío se disputó a las 20:45 horas.
Sinceramente, creemos que nuestro campeonato no apunta en la dirección correcta con este fútbol para noctámbulos, y esperamos que rectifique más pronto que tarde. O eso, o más vale que estos partidos de las 11 de la noche sean terriblemente disputados y emocionantes. De lo contrario, será difícil que los aficionados los aguanten despiertos hasta el minuto 90.