viernes, 18 de enero de 2013

Unai Emery: de Écija a Sevilla

Hacía mucho frío. Demasiado. Y el autobús del Lorca comenzó a moverse. El presidente del club, Antonio Baños Albacete, miró entonces a un joven que se encontraba también en la primera fila. Era Unai Emery. «Estaba mirando abajo todo el tiempo. Claro, si es que se ponía a leer y no paraba. ¡Uff! Se podía marear… Estaba, creo, estudiando a los jugadores rivales o leyendo algo de táctica y estrategia. ¡Qué tío!», recuerda el que fuera máximo dirigente del club lorquino.

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Sevilla: Emery, en Écija, en su primer partido como entrenador





 









El hoy entrenador del Sevilla había tenido una lesión importante y veía que su carrera como futbolista se apagaba. «Mi director deportivo, Pedro Reverte, me dijo que hablara con él, que notaba que tenía algo especial. Y le senté en mi despacho. Le dije: ‘¿Tú tienes miedo si te digo que seas mi entrenador?’ Y, ¿sabe lo que me dijo? ‘Para nada… Si usted quiere, yo lo seré’. Lo noté tan convencido que me facilitó la decisión.

Pasaron unos días y el técnico que tenía, Quique Yagüe, que ya me tenía cansadito, volvió a colocar al equipo en plan defensivo. Llamé a Pedro y le dije: ‘Ya estás llamando a Unai para que se haga cargo del Lorca’. Yo sabía que no me iba a fallar. Puso un 4-3-3 en el primer partido, sí, sí… A por todas. A atacar. Qué orgullo. Puso a tres tíos a presionar a los defensas del rival. Sin miedo. Lo sabía. Bueno, ya me había avisado», dijo entre risas

Del encuentro del que habla Antonio Baños es el que se disputó en el estadio San Pablo, de Écija, y que acabó con victoria para los visitantes por 0-3. El partido se jugó el domingo 7 de enero de 2005. Lo rememora el entrenador del conjunto sevillano, Miguel Rivera: «Sabía que el Lorca iba a llegar con un entrenador nuevo, que era un futbolista que había estado incluso jugando en la Real Sociedad y que, al lesionarse en esta misma temporada, se hizo cargo del equipo. Era algo curioso, la verdad. Nos terminaron ganando».

En el viaje de vuelta, Emery volvió a coger unos apuntes y empezó a hacer algunas anotaciones sobre ellos volviendo a llamar la atención del grupo. Sus futbolistas, hasta hacía unas horas compañeros, comenzaron a creer en él y acabaron la temporada ascendiendo a la Segunda división. Lo recuerda perfectamente Gavilán, jugador de aquel Lorca y ahora en el Lucena.


«Llegamos a entrenarnos después de las vacaciones navideñas y nos dijo el presidente que Unai iba a ser el jefe. Al principio fue raro. Tener a un amigo en el vestuario y que, de repente, se convierta en el entrenador pues se hace un poco extraño. Pero todos sabíamos que valía para esto. Cuando era jugador era muy pesado con los conceptos técnicos y tácticos.

La verdad es que nos ayudaba a todos. Se sentaba conmigo y me explicaba algunas cosas con las que podía mejorar», destacó en un primer momento. Para el futbolista cordobés, pudo haber un antes y un después en la carrera de Emery en esos comienzos en los campos de la Segunda B. «Cuando volvíamos de Écija, todos, sólo con mirarnos, sabíamos que podíamos hacer algo grande con Unai. Y lo hicimos, vaya si lo hicimos. Acabamos ascendiendo...», se acuerda emocionado el defensa.

Y, para emociones, sin duda la del también cordobés Rafa Moreno. Llegó al Lorca en el mercado de invierno (enero de 2005) cuando Unai Emery llevaba apenas dirigidos dos encuentros y encontró en el técnico vasco su gran valedor. Habla de él como un padre deportivo, del mejor recuerdo que tiene del fútbol: «Se sabía todas las características de cada jugador de la Segunda B, conocía los cambios que podía hacer el entrenador; cuando no estaba en el terreno de juego entrenando con nosotros estaba estudiando fútbol.

A mí me marcó mucho. Nunca vi nada igual. Es un técnico espectacular. Yo, como llegué apenas unos días después de que comenzara a ser el técnico, pues no lo tuve como compañero. Pero me di cuenta de que todos lo respetaban. ¿Y sabe por qué lo hacían? Porque sabía y al que sabe se le termina respetando», sostuvo.

Moreno, hoy retirado por un problema en el corazón que sólo le permite caminar (estuvo a punto de morir jugando un partido con el  Pulpileño tras caer desplomado en Almería en octubre de 2010), recuerda con emoción su experiencia con Unai. Pasó de lo mejor que le puede ocurrir a un profesional, «disfrutar de un ascenso» (con Emery), a tener que abandonarlo. «Gracias a Dios estoy vivo. Los médicos me dijeron que se salva una persona de 10.000», explica conmovido. «Soy un afortunado en la vida, ¡ah!, y también por haber tenido de entrenador a Emery...», explica entre risas.