Todas estas políticas y cualidades de expansión a nivel deportiva y, especialmente focalizadas en el fútbol, tienen en Catar un eje centralizador en forma de un proyecto innovador y ambicioso, la Academia Aspire. En la misma trabajan centenares de profesionales de diferentes países del mundo, todos ellos organizados y estructurados con un único objetivo, formar futbolistas locales y hacerlos competitivos de cara a la gran cita que acogerá el país en el año 2022, la Copa del Mundo.
Dentro de ese proyecto hay un claro aroma español, el que pone gente como Roberto Olabe, Director Deportivo de la Academia Aspire, o Mikel Antía, Entrenador de la Academia. Ambos coinciden día a día en las instalaciones que la escuela tiene en Doha y están tremendamente ilusionados por poder formar parte de un reto “bonito” a la vez que “ambicioso”.
Roberto nos cuenta cómo surgió la idea de ir a Doha y trabajar para la Academia Aspire: “Hace siete meses se desarrolló un departamento de fútbol dentro del área de deportes de cara a ir preparando a los jóvenes futbolistas de este país para el evento que tendrá lugar en Catar dentro de nueve años y creyeron que era el hombre adecuado para llevarlo. Este es un reto muy grande, ya conocía Doha y en cuanto la Dirección General se puso en contacto conmigo no tuve dudas, aunque el venir aquí suponía un cambio vital muy importante.
La ambición de este proyecto y el poder aportar a la formación de los jóvenes jugadores teniendo en cuenta el Mundial que va a tener lugar aquí, era una gran oportunidad y estoy disfrutando de ello mucho”. Una vez desembarcado en Doha, Roberto no dudó en dar a conocer el proyecto a Mikel Antía, quien vio una oportunidad maravillosa para crecer como técnico y persona: “Fue Roberto Olabe quien me llamó para hablarme del proyecto y lo cierto es que no lo dudé, cogí las maletas y aquí estoy. Lo que más me motivó fue la persona quien me llamó, porque sé las capacidades que tiene y enseguida me di cuenta de que era una buena oportunidad para mí y para seguir creciendo en mi formación”.
Con un centro de entrenamiento de más de 290.000 metros cuadrados, compuesto por más de ocho campos de fútbol, así como un internado con más de un centenar de habitaciones y con capacidad para acoger a más de 250 deportistas, la Academia cuenta con unas instalaciones de lujo, aunque, como nos cuenta Roberto, la complejidad del objetivo final que se persigue, hace necesarias unas infraestructuras de ese calibre: “A nivel de instalaciones y de recurso no nos podemos quejar, pero hay que tener en cuenta el contexto, Catar es un país muy pequeño en el que viven un millón y medio de personas, de los cuales, apenas un tercio son cataríes.
Ello exige la responsabilidad de descubrir futbolistas de élite en un censo demográfico muy pequeño. A partir de ahí lo que estamos intentando hacer es mejorar la cultura del entrenamiento y del trabajo porque, además, la Academia Aspire es el elemento dinamizador entre la Federación de Catar y los clubes para buscar los jugadores potenciales que formen parte de la Selección Nacional”. Un objetivo que refuta Mikel: “Lo que intentamos es crear una estructura para la mejora individual de los jugadores. Aquí la gente vive en un entorno muy confortable y es cierto que la cultura del esfuerzo y del estímulo es algo que tenemos que trabajar. Es un reto que está sacando lo mejor de nosotros mismo”.
El propio Mikel, cuenta las importantes diferencias del trabajo que desempeña en la Academia Aspire con el que realizaba en España, ya que, “aquí lo que estamos haciendo especial hincapié es en el jugador individual, no tanto en el concepto de equipo. Lo que queremos es formar el mayor número de jugadores para el evento de 2022, para ello realizamos entrenamientos específicos, posicionales. El foco concreto es el jugador”.
Más allá de su trabajo en la Academia Aspire, Roberto Olabe y Mikel Antía nos hablan de la emergente liga catarí, donde cada vez se invierte más dinero y donde cada vez es más habitual ver jugar en la Qatar Stars League a jugadores con un brillante palmarés en su carrera, como es el caso de Raúl González Blanco:
“El impacto que tiene el fútbol en Catar no es comparable al que existe en España, si bien es cierto que la llegada de un jugador como Raúl es un hecho importantísimo, primero para la liga porque se da a conocer un poco más y para nosotros en la Academia también porque siempre nos basamos mucho en el trabajo con estímulos y las motivaciones, y que los chicos vean en el día a día que Raúl está muy cerca de ellos, a nosotros nos ayuda mucho.
La llegada de jugadores como él están ayudando mucho a desarrollar el impacto del fútbol aquí, aún así, a pesar de que, en general, a la gente aquí les gusta el fútbol eso no les acerca a los campos y los estadios reflejan asistencias muy escasas. Pero es su propia cultura, hay que entender que aquí durante siete u ocho meses del año las temperaturas son muy altas y no es fácil, hay que vivir aquí para entenderlo”. La llegada de grandes jugadores extranjeros a la liga es visto, por Mikel Antía, como algo muy beneficioso para los jugadores locales “ya que supone un reto que les hace superarse para así, en un futuro, poder competir a un gran nivel”.
Finalmente, Mikel Antía nos cuenta las inquietudes de los cataríes acerca del éxito del fútbol español y de la Selección Española, así como de la grata imagen que se tiene del mismo en Catar: “La imagen del fútbol español es muy buena, porque lo asocian al resultado del trabajo bien hecho. La gente en Catar, cuando se entera de que eres español, siempre te pregunta por las razones del éxito en España y qué es lo que le hace diferente y haber sido campeones del mundo”.
Tanto Roberto Olabe y Mikel Antía dibujan un presente bonito y ambicioso, con un reto en un futuro cercano que les hace querer superarse día a día. Profesionales del fútbol que se afanan por aprender y mejorar en el fútbol y en la vida. Su trabajo y su tarea son un granito de arena más para mantener la gran imagen exterior del fútbol español. Ellos son Roberto Olabe y Mikel Antía, dos técnicos españoles en el corazón del fútbol catarí.