El mal estado de diversos campos, especialmente en invierno, reabre el debate de la necesidad o no de apostar por la hierba natural como superficie en la Segunda B.
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Envidiamos ver, a estas alturas, campos de primera división en un estado impoluto o casi perfecto y capaces de hacer frente a los temporales, frío y lluvia de estas fechas sin que el rendimiento se lastre. Sin embargo, bien es sabido que el coste de mantenimiento de ese césped en perfectas condiciones es dificultoso para los equipos modestos, sobre todo por causas económicas.
En las últimas jornadas y especialmente en el norte, las persistentes lluvias y un invierno que está siendo muy húmedo y en los últimos días también frío, ha hecho que campos de toda la cornisa cantábrica presenten un color marrón predominante sobre el verde.
El caso que ha hecho renacer este debate ha sucedido este fin de semana en Eibar. El partido que disputaron Eibar y Barakaldo, que se pudo seguir en directo por el canal autonómico vasco ETB, se jugó sobre un lamentable césped de Ipurua, con mil remates y remiendos y que ha puesto en verdadero riesgo la integridad de los futbolistas, que tuvieron que acostumbrarse a lo irregular de la tracción de sus botas sobre lo que quedaba de césped en el feudo armero.
Un problema serio en el sistema de drenado del campo eibarrés, que impide que el abundante agua caída abandone el sombrío campo, ha terminado por convertirlo en un lodazal. Incluso en redes sociales se llegó a comentar durante el partido sobre la imposibilidad de jugar en un campo en semejantes condiciones. Un problema que en nada beneficia a un Eibar y su tipo de juego, que trata de encontrar una solución que no sea la de un costoso arreglo del dañado sistema.
Pocos kilómetros al norte, Urritxe también presenta una no muy buena apariencia. El camp0 del Amorebieta, que han tratado de cuidar y utilizar lo justo, atraviesa su anual mala racha que condiciona los partidos que se disputan allí de diciembre a marzo, muchas jornadas. También en el Grupo II encontramos en Las Llanas un punto a tener en cuenta. El césped se va deteriorando con el paso de las jornadas, pero parece ser que es el que mejor aguanta de entre todos los mencionados. El caso de Las Gaunas en el mismo Grupo viene de más atrás y de otros problemas de índole municipal.
También por el norte encontramos el eterno debate sobre el sombrío y poco firme terreno de juego del Carlos Tartiere, que no termina de asentarse desde su inauguración. Todos estos equipos, en la medida de lo posible, desvían a otros campos sus entrenamientos, generalmente a campos de hierba artificial, más estables y que permiten no bajar el ritmo de entrenamiento por causas externas.
Así, el Eibar entrena en sus instalaciones anexas, tal y como lo hace el Real Unión. El Barakaldo desplaza sus entrenamientos a la Ciudad Deportiva, también de césped, o a otros dos campos de hierba artificial huyendo del barro. Así lo hace el Sestao, que utiliza Galindo o el Amorebieta, que utiliza Txolon, de hierba artificial. El equipo asturiano no toca prácticamente El Tartiere y desplaza al Requexón sus sesiones preparatorias.
Buscar alternativas
Todo esto genera un sobrecoste en los clubes de bastante importancia. Y si no sobre ellos, sí recae sobre los Ayuntamientos si estos son los encargados de su mantenimiento. La mala época económica y lo que el barro condiciona el juego hacen pensar en otras alternativas.
Las empresas que se dedican a equipar las instalaciones deportivas señalan la hierba artificial como verdadera y única alternativa. “Los estudios demuestran que las actuaciones dentro del juego por parte de los futbolistas son iguales en las dos superficies”, aseveran. Además, señalan estudios que indican que las lesiones no son más frecuentes en la superficie sintética, como desde algunas vertientes se asegura. El coste es significativamente menor, ya que la única inversión importante es la de su instalación, costosa, pero de mantenimiento no importante en lo económico durante las diferentes temporadas que garantiza. “Hasta seis o siete dando el máximo nivel” indican los comerciantes de césped sintético.
Los campos rusos y de la Europa más fría son el ejemplo. Campos que han instalado hierba de primer nivel y que les sirve para competir de igual manera que sus homólogos del sur europeo. Los proveedores aseguran que los avances tecnológicos que se han conseguido en los últimos años han hecho que el tipo de juego que se realiza sobre las dos superficies de tipo distinto sea muy similar.
Sin embargo, las voces que llegan desde el aficionado no indican lo mismo. Lo característico de la lucha sobre el barro, el condicionante externo de la situación del terreno de juego y los recuerdos al fútbol de antaño son características a las que se aferran los aficionados para reclamar que su campo sea de césped natural, del de toda la vida.
El Grupo III, tradicionalmente “sintético”
Es el Grupo del Mediterráneo el que más campos de superficie sintética posee. Ejemplos como el del Narcís Sala, el estadio Balear o el Municipal de Manises son solo algunos de los ejemplos de campos que utilizan este tipo de superficies. Una afición la del Grupo III que se ha acostumbrado a este tipo de campos pero que reconoce añorar la hierba natural.
En otros Grupos, como por ejemplo el IV, incluso la Federación llegó a recomendar la instalación de hierba artificial para evitar problemas con el riego relacionados con la escasez de agua.
Cuestión de economía, clima y gustos
En definitiva, podríamos decir que la elección o la posible sustitución de los campos del diverso césped natural al sintético obedecerá en un futuro a causas económicas. Que ello no implica que estén relacionadas con los gustos, ya que el espectador parece decantarse de manera clara por el césped natural. El clima tendrá que ver en ello y será un punto a tener en cuenta que irá muy de la mano de los dos anteriores. Debate abierto.