jueves, 5 de diciembre de 2013

LA RELACIÓN ENTRENADOR – JUGADOR


A veces el secreto para que un equipo rinda no radica solamente en que el entrenador sepa mucho de fútbol, de táctica o de preparación física. Simplemente radica en llevarse bien con los jugadores, en crear un entorno y un equipo de trabajo donde las relaciones entre los integrantes sean de confianza y donde se potencie el uso de los talentos de cada uno hacia el bien común del equipo.

Construir buenas relaciones de confianza con los jugadores no es fácil. Cada jugador es diferente y todos persiguen lo mismo: ser reconocidos como jugadores. El punto clave en cualquier relación con un deportista –o con cualquier persona en general– es conocer lo que realmente mueve a esa persona, las motivaciones que causan sus actitudes y comportamientos.

El entrenador debe poseer varias cualidades para crear relaciones de confianza con los jugadores. Debe ser flexible, saber escuchar, no juzgar, comprender y tener empatía. Solamente cuando el jugador se sienta comprendido será entonces cuando estará dispuesto a sacrificarse por el equipo, a aceptar que hay valores más importantes para el equipo que están en peligro si él no renuncia a su individualismo.

Las relaciones de confianza generan buena comunicación, un espacio donde cada uno puede decir lo que piensa y siente sabiendo que la respuesta de los demás será la de ayudar y cooperar y no de criticar y juzgar. Construir esto no es fácil. Se necesitan básicamente dos cosas: 1) tiempo y práctica y, 2) que el entrenador primero haya trabajado en él mismo, es decir, que él mismo se haya convertido en alguien cuya manera de ser hace que los demás confíen en él.

Las personas otorgamos nuestra confianza a los demás si cumplen dos requisitos: uno, tienen un carácter fiable y dos, son competentes en lo que hacen. Por lo tanto, un jugador nunca confiará en un entrenador al que no perciba como alguien en quien se puede confiar y que no sepa sobre el tema en cuestión. Estos dos criterios van unidos. Aunque sepamos cien por ciento que nuestro mejor amigo es una persona de confianza, seguramente no confiaríamos en él si tuviéramos que operarnos de la rodilla, a menos que fuera traumatólogo.

Los jugadores perciben si el entrenador es competente o no. Y ese es un punto de partida básico para poder construir relaciones de confianza con los jugadores.

Así pues, primero de todo, el entrenador tiene que empezar trabajando con él mismo construyendo un carácter basado en valores que inspiren confianza; y, segundo, tiene que ser competente en lo que hace, tener conocimientos y saber transmitirlos. Una vez el entrenador se haya convertido en alguien capaz de ganarse la confianza de sus jugadores, solamente entonces, estará en condiciones de empezar a trabajar con las técnicas y las habilidades que le
harán construir relaciones de confianza con sus jugadores.

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