Al dedicarse al fútbol desde tan pequeño ¿Siente que se perdió algo más tarde en su adolescencia?
No. Es cierto que me fui alejando de lo que hacían los demás. Por ejemplo, el viaje de fin de curso en séptimo curso no lo hice porque tenía que competir y el resto de mi clase sí. No fue el único que me perdí. El sábado cuando mis amigos salían yo no porque me preparaba para el partido del domingo. Y no salía de verdad, me preparaba para lo que me gustaba y por eso no tuve nunca la sensación de estar haciendo ningún esfuerzo. Al contrario, lo hacía con la tranquilidad y la alegría de esperar que llegara el día del partido. Yo me quería matar cuando llovía el sábado por la noche, porque entonces al día siguiente se suspendía el partido porque el campo se embarraba y no se podía jugar. Siempre he pensado en el fútbol.
¿Quién es la persona que más ha influido en usted?
¿Quién es la persona que más ha influido en usted?
Mi padre ha influido como padre y en la vida como guía. He aprendido de muchos, de mi madre, mis hermanas. Hoy aprendo de mis hijos. Uno aprende hasta el día que se muere, al menos eso es lo que yo busco.
Sus tres hijos son futbolistas. ¿Cómo lo vive? ¿Es de esos padres de futbolista pesados que les dan indicaciones todo el rato?
No, no. No intento nunca mejorarles futbolísticamente. Yo pienso en ellos como mis hijos, soy su educador. Cometeré errores como todos los padres del mundo, pero intento inculcarles principios de vida: El respeto, la educación, el compromiso con la gente, la fidelidad. Y eso no se negocia, al menos en nuestra familia. Intentamos marcarles el camino.
Su hijo mayor, Giovanni, con diecinueve años, ya juega en el primer equipo de River como delantero. Se habla incluso de un posible salto a Europa. ¿Usted se imagina entrenando a un hijo y siendo objetivo?
Sí. Totalmente. Como entrenador no tengo compromisos con nadie, ni con mi hijo siquiera. No tendría ninguna duda. Seguramente, eso sí, me tocaría pelear con alguno de la familia [risas], pero bueno, el fútbol es ganar y si tienes compromisos obligados con alguien estás cerca de perder.
Por primera vez en su vida está lejos de sus hijos, que viven en Argentina con su mujer. ¿Cómo lo hace para sentirse cerca de ellos?
Lo que nos puede acercar ahora es la calidad del tiempo compartido, ahora que por primera vez no vivimos todos juntos. Cuando ellos están conmigo aquí es una cosa extraordinaria, que antes no lo sentíamos así porque estábamos todo el tiempo. Intento compensar eso, la falta de tiempo, con la calidad. Quiero que me sientan partícipe, cercano, porque al final uno puede estar mucho tiempo con alguien y no ser cercano porque no preguntas, no te ocupas, y sin embargo no vivir en el mismo país y que el otro sienta que estás todo el tiempo. Y en eso estamos.
Tengo entendido que incluso «cena» con ellos. ¿Me lo quiere contar?
Sí, gracias al ordenador. El Facetime y esas cosas modernas que nos permiten estar más cerca. Ponemos el ordenador en la mesa, ellos en Argentina y yo en Madrid y hablamos mientras cenamos, como si estuviéramos juntos, pero no es una cosa matemática. A veces lo hacemos por la tarde, o en la madrugada. En cuanto me dicen que quieren hablar conmigo estoy. Hablamos continuamente, antes de los partidos les llamo, y antes de ir al colegio, y por la noche antes de ir a dormir… No estás, porque la realidad es que no estás, pero creo que en su interior saben que el papá está feliz y que en algún punto les estás marcando que todo lo lineal es muy difícil, que hay momentos y que hay que vivirlos tal y como te los presenta la vida.
Ha tenido grandes entrenadores, y de muy diferente personalidad. ¿De quién ha aprendido más o cree que le ha influido más?
Uno siempre dice que aprende de los entrenadores buenos que ha tenido, pero yo he aprendido mucho también de los malos que tuve porque ya sé qué es lo que no hay que hacer o cómo no comportarse. No es que quiera quedar bien con todos, es que saqué lo mejor de cada uno. Como todo en la vida, del entrenador que te agarra de joven, cuando uno está más esponja, absorbes más. Bilardo me marcó en mis inicios, pero después he crecido con Erikson, con Mancini, con Luis Aragonés, con Bielsa, Basile… No quiero decir uno porque no sería justo.
Cuando llega al Atlético como entrenador se hizo cargo de un equipo deprimido y en cinco meses ya estaban ganando un título. ¿Qué les dijo? ¿Recuerda su primera charla con la plantilla?
Sí. Nos juntamos en el vestuario y les dije que conocía el lugar y lo que necesitaba la gente y que lo único que no era negociable era el esfuerzo. Y ya después de eso, del esfuerzo, por la calidad técnica del equipo estaba convencido de que íbamos a salir, les dije que yo había pasado por ese momento y que al año siguiente salimos campeones. Un año peleábamos el descenso y al siguiente conseguimos el doblete. Y después de la charla cuando salí al campo y la gente me aplaudía también les dije: «Miren a todos ellos, que en algún momento también me insultaron». El fútbol es esto.
¿Y cómo se convence a una plantilla?
Eso no se puede explicar. Yo tengo una energía y vos podés tomarla o no tomarla, seguirme o no, pero no se puede explicar lo que hace un líder. O me sigues, o no me sigues. Yo no comparto que uno en el trabajo es de una manera y en la vida de otra. Vos sos de la misma manera siempre. Si eres falso, lo eres con tu familia y en el trabajo. Si eres «ventajero», oportunista como lo dicen ustedes, en algún momento le vas a querer sacar ventaja a alguien que te rodea.
La gente siempre es la misma, así que tienes que transportar cómo eres en tu vida al trabajo y ser natural. Porque lo más difícil que tenemos es ser simples en la vida cotidiana. Natural, natural. Obviamente que hay momentos en los que hay que marcar el rumbo, como con tus hijos. Uno no habla siempre igual con sus hijos, y con tus amigos en algún momento te peleas y si no les dices las cosas a la cara se alejan y les vas perdiendo. Pues en el fútbol es igual. Si a un jugador no le dices una cosa se va alejando y lo terminas perdiendo.
Llegó a decir que algún jugador llegaría a odiarle, pero que le haría mejor. ¿Cree que tiene en la plantilla algún futbolista que le odie?
Si lo hay no me lo va a decir. Posiblemente lo haya. Nunca les vas a tener a todos contentos. Hay un refrán que dice que si el 49% de la gente te sigue, date por satisfecho. Cuarenta y nueve, eh, ni siquiera el cincuenta. El problema con un jugador es cuando no le hablas, cuando dejas de darle la atención que crees que necesita para que te sirva para el equipo. Ahí es cuando ya no hay vuelta atrás, ese jugador tiene que salir del club.
¿A usted le gustaba el Barça de Pep Guardiola?
Sí. Claro que me gustaba. Es el sueño de un entrenador hecho realidad porque aparte lo gestó él. La gran virtud de Guardiola fue haberlo armado para que se produjera.
¿El Atlético podría jugar así?
No.
¿Por qué?
Porque no somos el Barcelona. La construcción de las bases es diferente. El Atlético siempre tendrá más extranjeros que gente de la casa. El Atlético además es un histórico equipo agresivo, intenso, con compromiso, pasión, contragolpeador y fuerte defensivamente.
¿Cuánto tiempo al día le dedica al Atlético?
El fútbol son veinticuatro horas. Voy al cine y mientras está la película viene una idea y en cuanto salgo tengo que coger el teléfono y llamar. O estoy cenando con gente y de repente se me va la cabeza en «uy, si mañana este no juega, habrá que avisar al otro». Así vivo yo el fútbol.
Una curiosidad. ¿En serio se fija usted en los horóscopos de los jugadores que quiere fichar?
Sí. Porque las características, las personalidades son parecidas. ¿Vos de qué signo eres?
Yo Géminis.
Se te ve, así agresiva… Cambiante. Intensa.
Vaya.
Las características de la gente según su horóscopo son similares y prestamos atención para ver cómo le podemos sacar lo mejor.
¿Y hay un signo mejor que otro para ser jugador de fútbol?
Me gustan los valientes.
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