La identidad y los valores de un equipo son su columna vertebral. Las decisiones y las acciones que llevamos a cabo tanto en nuestra vida privada como en el equipo o sistema al que pertenecemos, son el resultado de vivir en consonancia con estos elementos, que son poderosos principios de acción.
Lo asombroso es que existen equipos que no tienen definida ni su identidad ni sus valores, y esto condiciona directamente el desarrollo del trabajo durante la temporada en juego. La identidad y los valores son una trayectoria, una dirección hacia donde moverse, una guía para actuar.
Cuando no tenemos clara nuestra identidad como equipo actuamos en función de las contingencias, circunstancias y situaciones que nos van surgiendo, improvisamos ante lo que nos sucede, dando respuestas de supervivencia y hablando de la CULPA que tenemos en unas u otras situaciones o directamente echando la culpa a los demás. Es como si estuviésemos dentro de un hoyo y lo único que tuviésemos para salir fuese una pala. A más necesidad de salir, más hondo cavamos el hoyo.
Ahora bien, si un equipo ha trabajado y definido su identidad y tiene un objetivo por el que luchar que está basado en los valores del equipo, cuando se encuentra ante una situación de dificultad durante la temporada, el equipo y sus componentes actúan según las reglas del juego que han establecido entre todos, la actitud del equipo y de sus miembros será siempre la de RESPONSABILIDAD ante esa situación, y podremos medir el nivel de cumplimiento de estos principios en ese momento, (unión, confianza, pasión, etc.), el nivel de cumplimiento durante un partido e incluso establecer áreas de mejora para aumentar el nivel de satisfacción de esos parámetros a través de un plan de acción que los acerque a su objetivo. En este sentido, hay que recordar la importancia del objetivo, remar sin dirección no lleva a ningún lugar.
Hay muchas personas que no le dan importancia a trabajar estos aspectos en el equipo, y la verdad es que mientras los resultados son buenos, se vive en una inercia de ilusión en la que todo puede permanecer sin cambios, pero la realidad es dinámica, no estática, y cualquier mínimo cambio en los elementos de ese sistema lo altera todo: los resultados, las lesiones que hacen cambiar por completo el sistema de juego, los conflictos que puedan surgir en el vestuario e incluso el retraso de los pagos de los jugadores pueden alterar la situación.
Si el equipo ha trabajado previamente y tiene claramente definida su identidad, ante una situación de crisis siempre se puede reconducir con más facilidad el rumbo.
http://palabradefutbol.com/ Desirée Amaro.