Compañeros de profesión y psicólogos analizan la presión que soportan los entrenadores tras la renuncia de Van Basten al banquillo del AZ Alkmaar por problemas de estrés.
Tres meses después de ponerse al frente del AZ Alkmaar holandés, Marco van Basten, uno de los mejores jugadores de la historia, dimitió por estrés. “Es demasiado”, dijo en su despedida. Pocos días antes su padre falleció, lo que le provocó problemas en el corazón que le llevaron a estar tres semanas de baja. Tras recuperarse, el holandés abandonó el cargo, aunque poco después el club anunció que trabajaría en las categorías inferiores del equipo como técnico asistente, una tarea muy alejada del foco mediático.
Su cuarta experiencia como entrenador, tras ser seleccionador de Holanda (2004-2008) y dirigir al Ajax (2008-2009) y el Heerenveen (2012-2014), había terminado por agotarle.
“Hablando de alguien como él, que ha sido un jugador excepcional y ha estado en lo más alto, deduzco que su exigencia sería la de estar entre los mejores. Y eso es un estrés añadido”, apunta Manu Sarabia, histórico jugador del Athletic y que ha entrenado en las categorías inferiores del conjunto rojiblanco, además del Badajoz y el Numancia. “No me sorprende su decisión, la presión que se siente en un banquillo es diametralmente opuesta a la que sufre un jugador”, justifica Pichi Alonso, que defendió la camiseta de equipos como el Barcelona o el Espanyol sobre el césped y se ocupó después del banquillo en el Mallorca o el Metalurg ucranio.
Que un técnico piense en fútbol las 24 horas crea un desequilibrio”, dice una especialista.
“Como futbolista, ante situaciones de urgencia te refugias en los otros 10 compañeros, mientras que el entrenador es sólo uno”, añade Alonso. “Yo he sido 15 años jugador y no tiene nada que ver. Como futbolista eres egoísta, te diviertes, piensas en lo bien y mal que te puede ir.
El entrenador tiene que ocuparse de llevar un colectivo y haga lo que haga siempre va a perjudicar a alguien”, sostiene Pepe Mel, exjugador de Osasuna, Castellón, Granada, Getafe y Écija entre otros equipos, y que actualmente está sin entrenar tras su última experiencia en Inglaterra al frente del West Bromwich Albion.
“En el momento en el que piensas que tu profesión te aporta más momentos malos que gratificantes es cuando tomas ese tipo de decisiones. No es algo tan fácil como que la presión nos lleva a abandonar”, tercia la psicóloga deportiva Patricia Ramírez, que trabajó junto a Mel en el Betis. “Yo trato con varios entrenadores con los que intento que aprendan a disfrutar de su profesión. Forman parte de un mundo que les apasiona, pero el nivel de presión es tan alto que no pueden disfrutarlo”, añade.
“Es una profesión muy bien pagada, pero te expone a situaciones dificiles”, recalca Mel.
El exceso de celo en cuanto al control de todas las parcelas que engloba ser el responsable de una plantilla puede provocar incluso trastornos físicos. “Guardiola y Mourinho son dos máximos exponentes de lo que padece el cuerpo. Su apariencia cambió, envejecieron muy deprisa”, advierte Alonso. Gran parte de ese desgaste viene provocado porque el paso del campo al banquillo conlleva un cambio de perspectiva sustancial que no todos los exjugadores, ahora entrenadores, saben enfrentar.
“El futbolista cuando está en el terreno de juego depende de sí mismo. Es el actor principal, y está en disposición de aportar soluciones directas. Y más si eres uno como Van Basten, que él solo podía cambiar un partido. Para un entrenador es mucho más difícil. Puede variar sistemas de juego, buscar movimientos distintos, pero depende de lo que hagan otros”, analiza Alonso.
Existe por tanto la tan repetida “soledad del entrenador”. “Es totalmente real”, asevera Mel. “Todo depende de los apoyos que tengas. Puedes ser muy criticado por un lado pero por otro tener un respaldo social, de los jugadores o el club, y conseguir que todo compense”, complementa Ramírez. “Cuando hay un triunfo, la satisfacción es general, pero la felicidad del entrenador dura poco. Todo se vive de manera diferente”, concluye Sarabia.
“Estoy feliz con mi nuevo papel”, aseguró Van Basten tras regresar al club como entrenador asistente. En el adjetivo de la frase está el motivo de su renuncia. Porque en realidad todo tiene que ver con encontrar la felicidad, sea o no sentado en un banquillo.
deportes.elpais.com