El fin pretendido, es decir la reacción del joven y su mayor implicación en el estudio, cuenta con probabilidad limitada para su obtención. Quizás porque no siempre la causa está centrada en una cuestión de actitud del alumno a la hora de afrontar sus responsabilidades. O incluso siendo ésta la razón, no siempre se obtiene, con la citada iniciativa, la respuesta deseada. De una forma u otra habría que pararse a reflexionar.
A los que creemos ciegamente en el deporte como algo esencial en la vida del joven, no nos queda otra que rogar a los progenitores. Por favor, entre las alternativas que barajen como castigo, en busca de la reacción, descarten la supresión de su actividad preferida. Fundamentalmente porque no entiendo el deporte como algo complementario.
La educación deportiva ha de ser una pieza trascendental. Como mínimo, a la misma altura que la académica. Recuerden que el deporte ayuda a la socialización de la persona, formación física del individuo y el aprendizaje de un sinfín de valores relacionados con el esfuerzo, compañerismo y respeto, de aplicación para cualquier ámbito de la vida. No es el objetivo debutar en Primera división.
La meta principal es formar personas con una adecuada armonía entre el plano físico, cognitivo y emocional. Todo así, conténganse a la hora de tomar la decisión. Una reacción desesperada, atacando aquello que más puede afectarle, puede no ser la fórmula adecuada. Si se valorase estadísticamente estoy convencido que, con alto índice de probabilidad, los resultados suelen ser nefastos. Transcurrido un tiempo, la situación puede ser similar en los estudios y sin la práctica de una actividad beneficiosa. Prueben con el diálogo, la negociación o cualquier otra forma conocida. Eviten la confrontación porque cualquier ‘guerra’ sólo trae víctimas y nadie resulta vencedor.