jueves, 26 de noviembre de 2015

Fran Mérida regresa del infierno: "Cuando nada va bien, la gente ni te llama"



El fútbol se alejó de la realidad de las personas, de los aficionados, hace muchas décadas. Al convertirse en uno de los negocios más rentables del planeta, se transformó a los futbolistas en simples activos, máquinas del capital, cuya única responsabilidad en la vida es hacerlo lo mejor que puedan. Los seguidores del deporte rey se encuentran alienados sobre cómo viven los propios miembros en el interior del fútbol. 

En un partido de Europa League contra el Bayer Leverkusen (EFE).

¿Cómo es la vida de uno de los mejores jugadores del mundo? 
¿Y de un entrenador que tiene otro trabajo porque su puesto no le da para vivir? ¿Y cómo es la vida de un niño de 15 años que deja su casa, a su familia, a sus amigos y se marcha a una ciudad nueva extranjera?

Imaginen además si por dejar su club de formación a esa edad lo llaman "traidor". Pocos se plantearán las dificultades por las que tiene que pasar ese chico que aún está en la escuela obligatoria. Sólo se le exigirá lo máximo, que haga su función, lo que le rodea es indiferente.

Ese chaval, en el caso de este artículo, se llama Fran Mérida, "un chico normal". El fútbol es tan cruel que mucha gente ya daría por perdido a este chico de Barcelona nacido hace 25 años. Le han pasado tantas cosas desde que se hizo famoso hace una década que podríamos pensar que ya tendría que estar cerca de la treintena. Pero como tiene toda la vida por delante aún, decidió "empezar de cero para hacer las cosas bien", como comenta a El Confidencial en una entrevista en la que abre su corazón, cuenta en lo que ha fallado, en lo que le han fallado... Pero aunque si volviese atrás "cambiaría algunas cosas", todo lo que le ha sucedido le sirvió "para madurar".

 ¿Qué es para usted el fútbol ahora, después de todo lo que ha vivido?


El fútbol para mí siempre ha sido mi vida. Cuando ya nos hacíamos mayorcitos, recuerdo a amigos que se iban al cine con niñas y yo me quedaba jugando al fútbol en el parque. Siempre ha sido mi pasión y siempre la va a ser hasta el día que el propio fútbol me eche. Incluso entonces seguiré jugando con mis amigos.

Ha tenido varias peticiones de entrevistas últimamente. ¿Eso es bueno o malo?

Soy una persona a la que tampoco le ha gustado nunca hablar mucho. No sé si soy un poco rancio en eso. Creo que es bueno que se hable porque, en este caso, después de este tiempo malo, me estoy encontrando de nuevo bien. Me estoy pareciendo un poco a ese jugador joven que despuntó en el Arsenal y en el Atlético. Pero lo que no quiero es que estas cosas me desconcentren ahora.


¿Necesitaba bajar de categoría para volver a disfrutar?
 Lo que necesitaba era empezar de cero. Cuando salí de Brasil no tenía ofertas de Segunda y lo único que me surgía eran opciones para irme al extranjero, a Grecia y a Chipre, pero lo mejor que hice fue no irme, porque no iba a ir ilusionado. Y aunque fuera un Segunda B -la Sociedad Deportiva Huesca-, creo que elegí bien.
Ascender a Segunda fue el siguiente paso para su reencuentro consigo mismo.
Sí. Alguna vez me han preguntado si tengo ganas de volver a Primera, obviamente las tengo, pero no estoy obsesionado. Cuando decidí venir aquí quería empezar de cero y hacer las cosas bien, ir pasito a pasito. Cuando sucedió el 'boom' de debutar en el Arsenal di pasos más grandes pero menos seguros. Ahora lo único que quiero es hacer un buen año, mantener la categoría y ya veremos en verano qué pasa. Si no llega seguiré trabajando igual.

Ahora quiere hacer las cosas bien, ¿qué hizo mal entonces?

 No dejaba de ser un chico muy joven que vivía solo y no tenía el apoyo familiar que necesitaba. Mis padres estaban en casa y yo en Londres. Luego en Madrid también estuve solo. Y así hubo decisiones que tomé que con más apoyo no las habría tomado, como las que tomé para salir del Atleti: una fue irme a Portugal -al Sporting de Braga- y otra ir a Alicante -al Hércules-. Y aun así, de esas cosas he aprendido. Al final todo me ha servido para ver las cosas de manera diferente, para madurar un poco. Si volviese atrás habría hecho alguna cosa diferente, pero todo esto me ha servido para mejorar como persona y futbolista.
Cuando acabó su contrato con el Atletico Paranaense y estaba sin equipo, ¿se llegó a plantear su carrera como futbolista?
Hubo días muy malos. Llegaba agosto y solo llegaban unas pocas ofertas del extranjero, pero era imposible convencerme de salir fuera. Y entonces me llegué a plantear otras cosas. Yo estoy formado escolarmente, pero nada más, porque me he pasado la vida jugando. Un día tuve una charla con mi padre y me hizo ver que yo era un afortunado. Él a los 15 años empezó a trabajar y a los 25 ya nos tenía a mi hermana y a mí y a veces tenía que llamar al abuelo para ver si le prestaba dinero para comprar comida. Y me decía: "Mírate tú, tienes 24 años -los que tenía por entonces- tienes toda la vida por delante, esto es solo un bache que te tiene que convencer de cambiar algunas cosas y los resultados llegarán".
Me convenció para seguir luchando y me dijo que estaba seguro de que en unos meses o años nos reiríamos de esa situación. Antes de esa charla y los meses que estuve entrenando con el Prat -antes de firmar por el Huesca- toqué fondo, pero esa charla me hizo más fuerte.

Los agentes que sólo buscan la comisión


Ahora en el Huesca, Fran Mérida vuelve a disfrutar por fin del fútbol. Es feliz, se vuelve a sentir "respetado e importante", pero como dice, hubo un momento en el que se planteó todo, hasta dejar de hacer lo que más le gusta. Pero es que, como decíamos al inicio de este artículo, el fútbol tiene cosas muy oscuras que no se aprecian desde fuera y que son desagradables incluso para un futbolista. "Lo que no me gusta es esa gente que, cuando todo va bien, se acerca a ti, te da la palmadita para ver qué puede sacar".


En buena parte, el centrocampista se refiere a algunos "agentes" que solo quieren llevar al jugador "a cierto sitio porque sacan más comisión". "Cuando nada va bien, la gente ni te llama", dice compungido el catalán. Y en parte por eso y en parte porque forma parte de su corazón, Fran siente un aprecio tan grande al hombre que ahora lleva sus asuntos, Antonio López, excapitán del Atlético de Madrid. Es más que un agente, más que un amigo para él, así como su hermano, Óscar López y Rubén. Fueron ellos los que le enderezaron, los que siempre confiaron en él y en los que él más confía.

 El fútbol es muy efímero y puede que haya gente que piense que usted fue un 'bala perdida'.

He sido un chico joven normal que vivía solo. En mi tiempo libre me apetecía quedar con los amigos y tomarme unas cañas. Como todo me había ido tan bien en la vida, me planté en Londres y jugué en el primer equipo, luego conseguí venir al Atleti, que era un sueño... A esa edad y con todo lo que había logrado, cuando las cosas se torcieron no supe administrarlo.

 ¿Qué pasó en el Atlético de Madrid?
Llegué con 20 años, muy ilusionado y todo empezó muy bien. Incluso en pretemporada marqué cuatro o cinco goles. A Quique Flores parecía que le había convencido. Entraba en sus planes habitualmente. Luego, a falta de tres meses para acabar la temporada, desaparecí. Tuve alguna discusión con Quique y no sé si es que él se lo tomó como algo muy personal como para dejarme tres meses fuera de la convocatoria. Sus razones tendría, pero a mí me hizo mucho daño. Perdí la ilusión, había días que no entrenaba al 100% porque me sentía desplazado sin ningún motivo. Cuando le pregunté qué pasaba él me decía que nada. 

Al año siguiente se fue García-Pitarch, vinieron Caminero y Manzano y no contaban conmigo. Yo cuando fui al Atleti pensaba que lo que esperaban de mí era una progresión, no que con 20 años ya respondiera al máximo. Esperaba que hubieran tenido algo más de paciencia conmigo, pero el Atlético es un club grande y si no lo aprovechas, llaman a otro.

 También coincidió con Simeone. ¿Qué tal fue?
Con el Cholo estuve bien. No contó nada más que en tres o cuatro partidos conmigo, pero lo que me gustó de él es que, a diferencia de otras personas, me vino de frente y me dijo a la cara que no iba a tener muchos minutos, pero que si trabajaba y me lo merecía, iba a ser justo. No tengo nada que reprocharle.