El fútbol es muy dado a reacciones desproporcionadas, a pasar de la euforia al fatalismo casi en un abrir y cerrar de ojos. No suele haber equilibrio ni moderación en los análisis ni en los estados de ánimo.
La evaluación nunca puede estar guiada por las emociones. La evaluación debe estar referida a la tarea de forma que las conclusiones ayuden a mejorarla, prescribiendo los ajustes que haya que introducir. La evaluación debe ser lógica y racional, apoyada en hechos. No puede estar guiada solo por las emociones, pues las conclusiones serán muy diferentes según sean desde la frustración tras la derrota o desde la alegría tras la victoria.
En la tarea se puede diferenciar el qué y el cómo, qué hacer y cómo hacerlo. En el qué se incluyen aspectos técnico-tácticos mientras que en el cómo encontramos aspectos físicos, emocionales y psicológicos.
“La evaluación nunca puede estar guiada por las emociones” También se debe diferenciar la tarea colectiva de la individual. No solo hay que analizar el trabajo del equipo sino de cada uno de los futbolistas.
Desde la tarea no existe el éxito ni el fracaso. El éxito simplemente es un trabajo bien hecho, mientras que el fracaso solo es un trabajo que hay que mejorar. Tomar la tarea como referencia del análisis o la evaluación ofrece equilibrio y habilita para vivir serenamente en un contexto un tanto bipolar como el fútbol.
Las derrotas no tienden a ser explicadas sino respondidas o contestadas desde los estados de ánimo que llegan a convertirse en estados de opinión. Muchas veces se recurre a explicaciones ambiguas o huecas como “poca actitud”, “ansiedad”, “falta de concentración”… Otras veces se intentan justificar desde factores externos al juego, como las decisiones arbitrales, la humedad, el estado del terreno de juego… Incluso se llega a pensar en “dinámicas” negativas de resultados. Es cierto que el entrenador no puede hacer en público, en rueda de prensa, un análisis referido a la tarea, entrando en detalles que dejarían mal al equipo o a algún futbolista. Sin duda, debe quedarse en el vestuario. Pero el entrenador debe mostrarse siempre comedido, satisfecho ante un trabajo correcto y sereno cuando ha sido un trabajo mejorable.
Es bastante habitual que una derrota clara vaya acompañada de muchos cambios en el partido siguiente. El entrenador revoluciona el once titular de un partido a otro. El director deportivo revoluciona la confección de la plantilla al finalizar la temporada con muchas salidas y entradas de futbolistas. Muchas veces la derrota se acompaña de grandes decisiones que llegan a ser más traumáticas que terapéuticas. Son decisiones más pensadas de cara a la galería u opinión pública que atendiendo al bien del equipo.
“Las grandes decisiones pueden ser más traumáticas que terapéuticas”
En cambio, desde el análisis de la tarea solo pequeños ajustes son suficientes para optimizar el trabajo del equipo. Pequeños ajustes traen grandes efectos. Esta es la filosofía desde el análisis de la tarea. El éxito o el fracaso solo existen en los ojos de quienes quieren verlo así, desde la disyuntiva maniquea bueno-malo, éxito fracaso. ¿Qué se ha hecho bien y por tanto debe mantenerse? ¿Qué es mejorable y debe ser corregido? Estas son la cuestiones, no otras.
Lo demás forma parte de un circo en torno al cual giran infinidad de intereses, con los que hay que saber convivir. Los profesionales deben evitar caer en la tentación de las emociones que se mueven en torno a su trabajo para que sus decisiones sean efectivas y puedan vivir de forma estable en un entorno completamente inestable.