El fútbol se alejó de la realidad de las personas, de los
aficionados, hace muchas décadas. Al convertirse en uno de los negocios más
rentables del planeta, se transformó a los futbolistas en simples activos,
máquinas del capital, cuya única responsabilidad en la vida es hacerlo lo mejor
que puedan. Los seguidores del deporte rey se encuentran alienados sobre cómo
viven los propios miembros en el interior del fútbol.
¿Y de un entrenador que tiene otro trabajo porque su puesto
no le da para vivir? ¿Y cómo es la vida de un niño de 15 años que deja su casa, a su familia, a sus amigos y se
marcha a una ciudad nueva extranjera?
Imaginen además si por dejar su club de
formación a esa edad lo llaman "traidor". Pocos se plantearán las dificultades por
las que tiene que pasar ese chico que aún está en la escuela obligatoria. Sólo
se le exigirá lo máximo, que haga su función, lo que le rodea es indiferente.
Ese chaval, en el caso de este artículo, se llama Fran Mérida, "un chico normal". El fútbol es tan
cruel que mucha gente ya daría por perdido a este chico de Barcelona nacido
hace 25 años. Le han pasado tantas cosas desde que se hizo famoso hace una
década que podríamos pensar que ya tendría que estar cerca de la treintena.
Pero como tiene toda la vida por delante aún, decidió "empezar de cero para hacer las cosas bien", como comenta a El
Confidencial en una entrevista en la que abre su corazón, cuenta en lo que ha
fallado, en lo que le han fallado... Pero aunque si volviese atrás
"cambiaría algunas cosas", todo lo que le ha sucedido le sirvió
"para madurar".
¿Qué es para usted el fútbol
ahora, después de todo lo que ha vivido?
El fútbol para mí siempre ha sido mi vida.
Cuando ya nos hacíamos mayorcitos, recuerdo a amigos que se iban al cine con
niñas y yo me quedaba jugando al fútbol en el parque. Siempre ha sido mi pasión
y siempre la va a ser hasta el día que el propio fútbol me eche. Incluso
entonces seguiré jugando con mis amigos.
Ha tenido varias peticiones de
entrevistas últimamente. ¿Eso es bueno o malo?
Soy una persona a la que tampoco le ha
gustado nunca hablar mucho. No sé si soy un poco rancio en eso. Creo que es
bueno que se hable porque, en este caso, después de este tiempo malo, me estoy
encontrando de nuevo bien. Me estoy pareciendo un poco a ese jugador joven que
despuntó en el Arsenal y en el Atlético. Pero lo que no quiero es que estas
cosas me desconcentren ahora.
¿Necesitaba bajar de categoría para volver a
disfrutar?
Lo que
necesitaba era empezar de cero. Cuando salí de Brasil no
tenía ofertas de Segunda y lo único que me surgía eran opciones para irme al
extranjero, a Grecia y a Chipre, pero lo mejor que hice fue no irme, porque no
iba a ir ilusionado. Y aunque fuera un Segunda B -la Sociedad Deportiva Huesca-, creo que elegí
bien.
Ascender a Segunda fue el
siguiente paso para su reencuentro consigo mismo.
Sí. Alguna vez me han preguntado si
tengo ganas de volver a Primera, obviamente las tengo, pero no estoy
obsesionado. Cuando decidí venir aquí quería empezar de cero y hacer las cosas
bien, ir pasito a pasito. Cuando sucedió el 'boom' de debutar en el Arsenal di
pasos más grandes pero menos seguros. Ahora lo único que quiero es hacer un
buen año, mantener la categoría y ya veremos en verano qué pasa. Si no llega
seguiré trabajando igual.
Ahora quiere hacer las cosas bien, ¿qué hizo
mal entonces?
No
dejaba de ser un chico muy joven que vivía solo y no tenía el apoyo familiar
que necesitaba. Mis padres estaban en casa y yo en Londres. Luego en Madrid
también estuve solo. Y así hubo decisiones que tomé que con más apoyo no las
habría tomado, como las que tomé para salir del Atleti: una fue irme a Portugal
-al Sporting de Braga- y otra ir a Alicante -al Hércules-. Y aun así, de esas
cosas he aprendido. Al final todo me ha servido para ver las cosas de manera
diferente, para madurar un poco. Si volviese atrás habría hecho alguna
cosa diferente, pero todo esto me ha servido para mejorar como persona y
futbolista.
Cuando acabó su contrato con
el Atletico Paranaense y estaba sin equipo, ¿se llegó a plantear su carrera
como futbolista?
Hubo
días muy malos. Llegaba agosto y solo llegaban unas pocas ofertas del
extranjero, pero era imposible convencerme de salir fuera. Y entonces me
llegué a plantear otras cosas. Yo estoy formado escolarmente, pero nada más,
porque me he pasado la vida jugando. Un día tuve una charla con mi padre y me
hizo ver que yo era un afortunado. Él a los 15 años empezó a trabajar y a los
25 ya nos tenía a mi hermana y a mí y a veces tenía que llamar al abuelo para
ver si le prestaba dinero para comprar comida. Y me decía: "Mírate tú,
tienes 24 años -los que tenía por entonces- tienes toda la vida por delante,
esto es solo un bache que te tiene que convencer de cambiar algunas cosas y los
resultados llegarán".
Me convenció para seguir luchando y me dijo que estaba seguro de
que en unos meses o años nos reiríamos de esa situación. Antes de esa charla y
los meses que estuve entrenando con el Prat -antes de firmar por el Huesca-
toqué fondo, pero esa charla me hizo más fuerte.
Los agentes que sólo buscan la comisión
Ahora en el Huesca, Fran Mérida vuelve a disfrutar por fin del fútbol. Es
feliz, se vuelve a sentir "respetado e importante", pero como dice,
hubo un momento en el que se planteó todo, hasta dejar de hacer lo que más le
gusta. Pero es que, como decíamos al inicio de este artículo, el fútbol tiene
cosas muy oscuras que no se aprecian desde fuera y que son desagradables
incluso para un futbolista. "Lo que no me gusta es esa gente que, cuando
todo va bien, se acerca a ti, te da la palmadita para ver qué
puede sacar".
En buena parte, el centrocampista se refiere a algunos
"agentes" que solo quieren llevar al jugador "a cierto
sitio porque sacan más comisión". "Cuando nada va bien, la gente ni
te llama", dice compungido el catalán. Y en parte por eso y en parte
porque forma parte de su corazón, Fran siente un aprecio tan grande al hombre
que ahora lleva sus asuntos, Antonio López,
excapitán del Atlético de Madrid. Es más que un agente, más que
un amigo para él, así como su hermano, Óscar López y Rubén. Fueron ellos los
que le enderezaron, los que siempre confiaron en él y en los que él más confía.
El
fútbol es muy efímero y puede que haya gente que piense que usted fue un 'bala
perdida'.
He sido un chico joven normal que vivía solo. En mi tiempo libre me
apetecía quedar con los amigos y tomarme unas cañas. Como todo me había ido tan
bien en la vida, me planté en Londres y jugué en el primer equipo, luego
conseguí venir al Atleti, que era un sueño... A esa edad y con todo lo que
había logrado, cuando las cosas se torcieron no supe administrarlo.
¿Qué
pasó en el Atlético de Madrid?
Llegué
con 20 años, muy ilusionado y todo empezó muy bien. Incluso en pretemporada
marqué cuatro o cinco goles. A Quique Flores parecía que le había convencido.
Entraba en sus planes habitualmente. Luego, a falta de tres meses para acabar
la temporada, desaparecí. Tuve alguna discusión con Quique y no sé si es que él
se lo tomó como algo muy personal como para dejarme tres meses fuera de la
convocatoria. Sus razones tendría, pero a mí me hizo mucho daño. Perdí la
ilusión, había días que no entrenaba al 100% porque me sentía desplazado sin
ningún motivo. Cuando le pregunté qué pasaba él me decía que nada.
Al año siguiente se fue García-Pitarch, vinieron Caminero y
Manzano y no contaban conmigo. Yo cuando fui al Atleti pensaba que lo que
esperaban de mí era una progresión, no que con 20 años ya respondiera al
máximo. Esperaba que hubieran tenido algo más de paciencia conmigo, pero el
Atlético es un club grande y si no lo aprovechas, llaman a otro.
También coincidió con
Simeone. ¿Qué tal fue?
Con
el Cholo estuve bien. No contó nada más que en tres o cuatro partidos conmigo,
pero lo que me gustó de él es que, a diferencia de otras personas, me vino de
frente y me dijo a la cara que no iba a tener muchos minutos, pero que si
trabajaba y me lo merecía, iba a ser justo. No tengo nada que reprocharle.